sábado, 17 de mayo de 2008

INTERNET PARA MI

Texto: Jordi Jiménez Aragón Foto: Thomas Hawk// cc// Flickr

¿Qué es internet? Bueno, todo el mundo lo sabe ¿no? De acuerdo, todo el mundo, no; aquel señor del fondo a la derecha jamás en la vida ha sentido hablar de internet. Lo admito. ¿Alguien más no tiene puñetera idea de qué es internet? ¿Nadie? Entonces, podemos estar de acuerdo que todo el mundo, lo que se dice todo el mundo (menos el señor de antes) sabe que internet existe, que es algo, aunque casi nadie sepa con exactitud de qué se trata, y que medio mundo anda loco con ese algo que es internet.

Pero esa no es la cuestión. Hoy me han pedido que dé mi propia visión de lo que es internet. Tiene narices la cosa. A ver como salgo de este lío. Para empezar, no puedo olvidar que estoy en prisión. Poco importa ahora el motivo, lo importante es que estoy dentro (y no fuera), y eso arroja sobre el tema que nos ocupa (sí, hombre, internet, menuda memoria…) un detalle importante. La seguridad y todas esas zarandajas hace que el uso de internet en prisión sea un pelín más limitado que fuera de prisión. ¿Qué como de grande es ese pelín? Pues más o menos como el poema famoso, según sea el cristal con que se mira. O como la famosa diferencia entre pesimistas y optimistas, ya sabe, la discusión, bastante inútil, pero discusión, de si la botella está medio llena o medio vacía.

A pesar de estos dos primeros párrafos, voy a tomar partido. O sea, voy a decir como veo la botella. A pesar de todas las limitaciones, a pesar del poco tiempo de conexión, de la lentitud exasperante que tiene el bicho en algunas ocasiones, de no poder enviar e-mails (ni siquiera por navidad), a pesar de no poder conectarme a la página personal de Jenna Jameson (porno-star y, a pesar de ello, mi único y verdadero amor platónico), a pesar de no poder pedir pizzas por internet, con cargo a la tarjeta visa del Director del Centro (en el supuesto de conocer los datos, claro), ya que no dejarían entrar al repartidor con el suculento cargamento de 250 pizzas grandes de cuatro quesos con extra de pepperoni, olivas verdes y negras y, ¡oh, sí! doble ración de anchoas, a pesar de no poder chatear con ninguna «chati» (de ahí viene el verbo ¿no?), tengo que reconocer que internet en prisión es una gozada.

Sí señor, una verdadera gozada. Durante un breve ratito, los días en que el invento funciona, uno tiene una visión del mundo diferente. En lugar de sentir hablar de permisos denegados o de terceros grados que nunca llegan, que a aquel no le pillaron nada, que aquel otro me debe tanto y aún no me ha pagado, o de las mil y una riquezas que casi todo el mundo tiene, eso sí, en la calle, mientras te están gorroneando el penúltimo café (jamás, jamás, pero jamás, será el último) o el enésimo pitillo, es decir, en lugar de estar inmerso en el típico universo taleguero, uno abre una ventana al mundo real.

Porque hoy en día el mundo real está en internet. Si alguien quiere una difusión rápida y máxima de sus ideas o productos, internet ofrece el mejor y más rápido escaparate. Una ventana a internet es una ventana al mundo, y con frecuencia, a la libertad. A ver quién es el guapo que pone límites a internet. Bueno, vale, de acuerdo, en China y Corea del Norte el asunto está más bien chungo, y también, aunque por otras razones, en media África. Admitido. Pero aparte de eso, todo el mundo libre (me refiero al que no está en prisión, ojo) usa internet en un grado bastante elevado, y los gobiernos son conscientes de que no hay guapo que le ponga puertas al campo. Cierto es que tanta amplitud de miras hace que ahí entre de todo, bueno, malo y peor, y el personal está tan escarmentado que casi no hace caso de la mayor parte de lo que se encuentra. Sólo destaca lo muy bueno, lo auténtico, o lo muy novedoso.

Pero con todo, hay que reconocer que el hecho de estar en prisión (salvedad hecha de las limitaciones por razones de tiempo y seguridad) no supone una diferencia de trato con los que están en el mundo libre. Nos encontramos las mismas perlas y los mismos bodrios. Por así decirlo, el acceso a internet en prisión es un factor de normalización de las condiciones de vida de los internos en un centro penitenciario. Por tanto, es un factor de inserción social. Los internos que tenemos acceso a internet tendremos menos dificultades para adaptarnos a la vida en libertad, sea cuando sea que ésta llegue a nosotros, porque lo que sí es totalmente cierto es que internet estará ahí cuando salgamos, y entonces, por fin, será sin límites.

Vete preparando, Jenna, ¡pa’allá que voy!

2 comentarios:

  1. Trailer "El cuento de las dos orillas"

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  2. Por pura casualidad, como suelen ocurrir estas cosas, he tropezado con este blog (buscaba datos sobre Chema Madoz y teníais un post por ahí con su nombre). Enhorabuena, pues se ve bastante activo.

    Pues eso, que nadie ponga puertas al campo.

    Salud y a seguir.

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