miércoles, 10 de diciembre de 2008

Alzheimer

Texto: JM Foto:waɪ.ti cc Flickr

Yo era un niño cuando íbamos a visitar a mis abuelos en Tarbes ( Francia) dónde vivían tras abandonar España durante la Guerra Civil. Mi abuelo había sido militar en la República, y tuvo que huir a Francia. Cada verano, yo pasaba 3 meses en Francia coincidiendo con las vacaciones escolares. Mi abuelo era muy mayor. Tenía más de 90 años cuando perdió la razón. Ya no hablaba. Permanecía en cama, y no decía nada. Solo sabía decir “Vero” que era el nombre de mi abuela, que es la única palabra que no olvidó nunca. No sabíamos que le sucedía. A veces de pronto, se ponía a llorar. Y no sabíamos porqué. Mi padre decía que era porque en ese momento recuperaba la razón y se daba cuenta de su situación, en una cama, medio inválido, dependiendo de su mujer para cualquier cosa. Recuerdo que ya estando en España, llamó mi tía, y yo cogí el supletorio del teléfono. Mi padre cogió el teléfono principal y al otro lado de la línea, mi tía dijo “papá ha dejado de sufrir”. Mi abuelo había muerto. Con 98 años de edad, de los que pasó los 8 últimos enajenado.

Hoy sabemos que esa enfermedad era el Alzheimer. Una enfermedad que en una sociedad en la que vivimos cada vez mas años, está ahí, amenazante, y de la que pocas personas nos podemos librar si llegamos a edades muy avanzadas, tal como sucede, cada vez más, en los tiempos actuales. Lamentablemente, el cerebro es ese gran desconocido en nuestro cuerpo. Dicen que aprovechamos solo el 10 % pero es porque solo conocemos el 10% de lo que hace. Mi tía con 70 años, un día se levantó sin memoria. No nos reconocía a ninguno. Después de muchas pruebas, descubrieron que un medicamento que tomaba contra el Parkinson, le había eliminado todo el potasio del cuerpo, lo que motivó la pérdida de memoria. Al restablecer los niveles de potasio, recuperó la memoria “milagrosamente”. Si una simple copa de alcohol, ya nos altera, que debe suceder con todas esas hormonas y sustancias que circulan por nuestro torrente sanguíneo, alterando nuestros sentidos y la percepción del mundo? ¿Quién puede decir que “es normal” frente a los demás? ¿Cuales son los parámetros reales que definen la normalidad? ¿Quién de todos nosotros puede decir que está en “su sano juicio”? Es muy difícil precisar. Hace pocos días hemos leído que el Ex presidente de la Generalitat Pascual Maragall que ha reconocido padecer el Alzheimer fue ”invitado” a abandonar la política por su enfermedad, como si no le quedasen aún muchos años de posibles servicios a la comunidad. ¿ si las cosas se han de enfocar así ( que no lo creo) qué garantías tenemos entonces de que los otros políticos no tengan alguna enfermedad mental por la que entonces debieran dejar su actividad política? Tal como está el mundo, con lo complicado que es todo, especialmente ahora, ¿quién está a salvo de no caer en un momento determinado en una depresión, o tener ansiedad, o sufrir ataques de pánico? ¿Cuándo es una cosa trivial, y cuando es una enfermedad? Veo en prisión a compañeros que tienen problemas que deberían ser tratados por profesionales, y no mantenerlos encerrados en una prisión, como simple medida de “contención”. Han cometido un delito, muy probablemente llevados por su enfermedad. Y como medida terapéutica ¿se les encierra y se tira la llave? Tenerlos en un “parking” para que pase el tiempo, sin terapia alguna, esperando a que pasen los años de su condena, no es la mejor forma de reinsertarlos. Porque luego cuando salgan, dirán que siguen siendo un problema. Y todos habremos invertido en que ese problema suceda.

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