viernes, 14 de marzo de 2008

FRANCISCO DE PEÑARANDA


Texto: Jordi Jiménez Aragón Foto:landahlauts(cc) Flickr

Ayer estaba escuchando la radio, el programa “Hoy por hoy”, en la Cadena SER, y de repente unas palabras captaron mi atención. La historia es interesantísima.

En 1992 la propietaria de una casa en un pueblo de Extremadura encarga unas obras de reparación en su casa. Van los albañiles y empiezan a picar paredes. Y hete aquí que en un embate, el pico de un albañil da en algo blando. Extrañados, interrumpen el trabajo y descubren que hay unos libros con aspecto de ser sumamente antiguos, envueltos en paja reseca, que estaban escondidos tras una falsa pared.

Años más tarde, los once libros encontrados se encuentran depositados en al Biblioteca de Extremadura, y ayer escuché la historia en la radio. Son once libros pertenecientes a Francisco de Peñaranda, médico de profesión, quien en 1557, al principio del reinado de Felipe II, en pleno siglo XVI, escondió esos libros por un motivo estremecedor: eran libros prohibidos por el Tribunal de la Santa Inquisición (entonces plenamente boyante, y que era un poder fáctico en la España de la época), y lo que era peor, don Francisco de Peñaranda era, además de médico, de origen judío. Vamos, que era un judío-converso, o sea, cristiano de origen judío. El hecho es que el resto de cristianos, autodenominados “cristianos viejos” (en clara alusión a descender de cristianos desde varias generaciones, prácticamente desde siempre), despreciaban, incluso odiaban, a todos los “cristianos nuevos”, sobre todo a los judio-conversos.

Ese estado de animadversión, claramente imbuido por las creencias religiosas de la época, y alentado por la Inquisición, propició la expulsión de todos los judíos de España, así como de los judío-conversos. De hecho, Francisco de Peñaranda huyó a Olivenza, entonces parte integrante del reino de Portugal, y donde no se perseguía a los judíos, o por lo menos, en menor medida de lo que se hacía en España. La intención de don Francisco era la de volver a España en cuanto la situación se lo permitiese. Nunca regresó. Su exilio fue permanente, y sus libros, envueltos por él en papel y paja, para preservarlos de las inclemencias del tiempo, y emparedados tras un falso muro, durmieron durante siglos hasta su descubrimiento.

Entre esos libros, el programa radiofónico destacó dos de ellos. Uno era “El Lazarillo de Tormes”. Parece increíble, ¿verdad?, que una joya de la literatura española fuese prohibida por la Inquisición. Cuesta entender el grado de enajenación mental de los responsables de semejante dislate. En fin. Otro libro era un manual (no recuerdo el nombre) para judíos, sobre las reglas, trucos y trampas, para parecer “cristiano viejo” a los ojos de los demás, y poder pasar así desapercibidos, aunque en la intimidad continuaran con su religión y costumbres propias.

Quizás pueda parecer traído por los pelos, pero tal grado de intolerancia, de odio a lo diferente, de deseos de uniformizar a la población de un territorio bajo unas mismas costumbres, una misma religión, un mismo pensamiento, todo ello me trae a la memoria el famoso “Contrato de integración” que Rajoy proclamaba como piedra filosofal de su política social en su programa electoral.

Hace cuatro siglos y medio esa misma intolerancia hacia la diversidad provocó que Francisco de Peñaranda huyera de España para no regresar jamás. Perdió sus libros, que el tiempo ha preservado hasta nuestros días. Perdió su casa. Perdió su identidad. Encontró otra tierra que lo acogió sin preguntas. España perdió un médico, un hombre culto, capaz de leer en el siglo XVI en varios idiomas, castellano, latín, holandés, francés… Lo peor es que seguro que él no fue el único en irse, sino que fueron miles, cientos de miles, millones. Además, a lo largo de toda la historia de España. ¿Quién no recuerda el exilio originado por la Guerra Civil española?

Ese es el beneficio que genera el odio y la intolerancia, excluir en lugar de integrar, dividir en lugar de unir. Así nos ha ido a lo largo de nuestra historia. Dicen que el hombre es el único ser vivo que tropieza dos veces con la misma piedra. Olvida el dicho que, además, si el hombre es español tropezará no sólo dos veces, sino todas las que haga falta, faltaría más.

¿Verdad, Sr. Rajoy?

3 comentarios:

  1. Bonita historia y bonita reflexión.
    Enhorabuena por el blog y sus redactores!
    Un saludo desde el punt Omnia ADSIS del Carmelo.
    Feliz primavera a todos.

    Dulce

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  2. soy de Barcarrota , el pueblo donde se encontraron esos libros de hace 450 años. Me ha gustado mucho tu análisis. Enhorabuena. Cuanta
    sabiduria popular derrocha el pueblo llano....
    pobre médico del siglo XVI !

    A ver si podemos lapidar en vez de libros a los putos intolerantes, vestidos de democratas, porque no soy creyente, sino diria que son el mismo diablo. jejejejjeje. enhorabuena por lo publicado.

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  3. Acabamos de leer mi madre y yo el artículo. Nos a encantado la historia al igual que la manera en que está contada. Mi madre la escuchó en la ser el mismo día y hoy se ha puesto a buscar información sobre Francisco de Peñaranda hasta llegar a dicho artículo. Felicidades por el blog!!

    Un saludo desde Valencia. Os deseamos lo mejor en estas fiestas.

    Mavi y Diana.

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