martes, 26 de febrero de 2008

HUMOR EN EL TALEGO

Texto: Jordi Jiménez Aragón Fotografía: mai lirol poni//cc Flickr

Hace unos días recibí un encargo para publicar en el blog PeatoNet y la revista Peatones que tú, lector, tienes ahora entre tus manos. Me dieron a elegir el tema, y ya que me gusta mucho el humor, me decidí a escribir algo sobre él, y más concretamente, sobre el humor entre rejas, en el talego, en prisión. Podía haberme mordido la lengua…

El hecho es que después de mucho pensar y pensar no acababa de encontrar un resquicio para abordar tan controvertido tema. ¿Controvertido? Por supuesto. El humor es universal, es decir, existe en todos los grupos humanos, sobre todos los temas y sobre todas las actividades, es más, ha existido prácticamente desde siempre. Me imagino como se reirían los primeros cavernícolas ante los desesperados intentos del primer congénere que consiguió “fabricar” fuego intencionadamente. Seguro que no le salió a la primera. Y mientras tanto, seguro que sus compañeros se partían de risa.

Porque, a fin de cuentas, ¿qué diantre es el humor? ¿Exageración? ¿Absurdo? ¿Una reacción inesperada ante un hecho aparentemente normal? Recuerdo el famoso chiste de los dos bilbaínos que han de pagar lo consumido en el bar. Los dos quieren pagar a la vez, y el uno quiere evitar que el otro pague lo que considera que debe pagar él. Al final uno le dice al otro: «Patxi, ¿te das cuenta que estamos discutiendo quien paga, pudiéndolo arreglar a hostias?» Podría parecer que este famoso chiste comparte las características antes mencionadas. Evidentemente, es exagerado, tanto que llega al absurdo. Exagera algunas de las “cualidades” de los chicarrones del norte, los vascos, y entre ellos, ya de por sí exagerados en casi todo, los más superlativos, los bilbaínos. Por exagerada y absurda es también una reacción inesperada ante un hecho normal y cotidiano, invitar a un amigo a unas cañas y discutir quien paga.

En fin, el hecho es que este ejemplo, que no deja de ser más que precisamente eso, un simple ejemplo, se repite en grado mayor o menor en casi todas las actividades de la vida. ¿Quién no recuerda los famosos chistes de locos, de mariquitas, de leperos, de gitanos y guardias civiles, en el ginecólogo, o los de Jaimito en la escuela, volviendo casi literalmente loca a la sufrida profesora? Si hasta llegaron a hacer chistes tras la caída de las torres gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, o remontándose un poco más atrás, sobre la trágica muerte de la Princesa Diana de Gales. Eso por no mencionar, los chistes de nacionalidades (van un español, un francés y un alemán…), de personajes famosos (el ministro Morán, Jordi Pujol), de animales más o menos humanizados (los chistes de loros son clásicos en la materia), de maridos engañados, de telones que se levantan para que adivinemos el título de la película, de niños aparentemente inocentes pero que ponen en aprieto a los adultos, sin olvidar los chistes autonómicos (van cien mil gallegos cogidos de la manita, el modo de meter a cincuenta catalanes en un automóvil y sacarlos después), los chistes macabros y los famosísimos chistes verdes, algunos eróticos, otros directamente pornográficos, o los escatológicos, en los que ventosidades y excrementos son los verdaderos protagonistas. Hasta los personajes de ficción tienen su apartado en el mundo del humor. ¿Quién no recuerda de que murió el famoso James Hook, el Capitán Garfio, enemigo mortal de Peter Pan? Exacto, lector, exacto, de un repentino picor en sus genitales.

Nos reímos de todo y de todos. De famosos y de gente desconocida. Del cura del pueblo y del médico que nos cura («Doctor, doctor, vengo a que me reconozca; pues ahora mismo no caigo, disculpe»). Y en prisión, entre rejas, a la sombra, en el talego, vamos, nos reímos bastante. Tal vez no tanto como nos gustaría, pero nos reímos de muchas cosas. De los chistes que nos parecen graciosos, de las meteduras de pata de un compañero o de un funcionario, de un viejo recuerdo que nos viene a la memoria en esos raros momentos de paz en que dejamos a nuestra mente volar libre y sin ataduras. Pero a pesar de todo lo que nos reímos, soy incapaz de recordar un chiste sobre prisiones. Parece increíble ¿verdad? Pero es así, no recuerdo ninguno. No hay problema en recordar chistes sobre sitios de reclusión, como conventos de monjas o sanatorios psiquiátricos, pero me sorprende comprobar que cuando los muros son los de una cárcel, el humor parece desvanecerse en el aire, volátil como el humo de un cigarrillo.

A decir verdad, me molesta un poco. Un inequívoco signo de salud mental es saber reírse de todo, hasta de uno mismo. Quien no es capaz de verse con humor no es capaz de verse en su justa medida. Uno corre el riesgo de idealizarse, de perder distancia con la realidad, de verse con una mirada que, por faltarle el humor, la capacidad de reírse, puede trastocar nuestra visión del mundo y de la vida. ¿No está de acuerdo el lector? Pues que recuerde cuánto sentido del humor sobre sí mismos tenían los grandes dictadores, y cómo se castigaba a quien los ridiculizaba.

Toda esta larga reflexión me lleva a la conclusión de que necesito chistes sobre presos, sobre cárceles y sobre este mundo que nos rodea. Si no puedo reírme de su invisible peso, éste puede llegar a hacerse enorme, y eso sería bastante malo, más bien pésimo. De manera que, amable lector, si al tiempo de leer estas líneas te viene a la memoria algún chiste o historia divertida sobre ese tema que tanto nos toca a todos ¿por qué no lo pones por escrito en este blog o lo mandas a la redacción de esta revista Peatones, en el Punto Òmnia CP 4Camins Seguro que algo haremos con todos los chistes que recibamos. Sobre todo reírnos.

De eso se trata ¿o no?

3 comentarios:

  1. Hola Jordi,

    Te felicito por el artículo sobre el humor... Creo que gracias a ti he empezado el dia con una sonrisa y eso no es siempre fácil...
    Me ha parecido interesantísima tu propuesta y tengo que decirte que me pensaré alguna aportación (soy mala para los chistes, pero sólo para contarlos, no para reirme con ellos).
    Totalmente de acuerdo en lo del sentido del humor... mejor iría el mundo si se llevaran tus reflexiones en la práctica!!

    Saludos para todos los peatoNets!

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  2. Gracias, Maria, por tu comentario y tus ánimos. La verdad, aquí dentro se agradece mucho una respuesta como la tuya, entusiasta y rápida. Me molesta no conocer chistes ni anécdotas de la realidad que me toca vivir, así que te animo, tanto a ti como a todos los peatoNets, a colaborar en la búsqueda del chiste taleguero. Tiene que haber alguno, seguro...

    Saludos mil...

    Jordi

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  3. Hola,

    He visto que parece ser que no hay muchos chistes talegueros. He encontrado unos cuantos, aunque no son muy buenos, pero, de haberlos, haylos.
    http://www.lopeor.com/chistes/chistes-recomendados.asp?idc=109

    Salud!

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