lunes, 24 de noviembre de 2008

Esos felices días en la finca

Texto: Tony Foto:Mugor (cc) Flirck

Estos días de lluvia, me han traído muchos recuerdos agradables de cuando estuve viviendo durante muchos años en una finca en el campo.

No he vivido mejor en toda mi vida, ya que tengo la mente llena de recuerdos de momentos inolvidables junto a mi familia, mis animales y amistades varias.

Me encantaba estar los fines de semana en la finca, pues nos juntábamos toda la familia por esta época, y cuando no caía un buen arroz con conejo de campo y caracoles hecho por mi padre, que por cierto, es un crac cocinando lo que le pongas, caía una buena zarzuela de carne hecha por mi abuela que también era una pedazo de crac en la cocina, a ella le debo este tipazo que tengo en estos momentos, ya que soy de buen comer casero, y en mi casa, veneramos el costillar por encima del caviar ruso y el salmón ahumado sin pensarlo dos veces.

En estos días tan especiales y cercanos a la navidad, pues en mi casa siempre estábamos terminando de engordar a los pollos de corral, más conocidos como capones, que suelen pesar entre 5 y 8 kilos y también terminamos de criar pavos, conejos, corderos y lechones, porque teníamos mucha demanda por navidades y la gente le encanta degustar un buen animal de corral criado de forma natural, ya que el sabor cambia totalmente.

Me gustaba sacar a mis ocho perros a pasear sobre las once o doce de la noche en invierno, ya que el escuchar el canto de un mochuelo (una especie de búho pequeño) y poder disfrutar de la tranquilidad del campo, no tiene precio para personas que como yo, somos amantes de la naturaleza, o poder disfrutar de un amanecer viendo como corren las perdices con el frescor de la mañana al sentir mi presencia desde lejos, si es que es precioso poder sentir algo tan natural y espontaneo como la vida misma.

Siempre recuerdo lo bonito que era subirse al tejado de mi casa en época navideña y mirar hacia el mar de madrugada, pues podías observar las luces de los barcos de pesca de la luz faenando, mientras un manto de estrellas cubría todo el cielo; la verdad que era algo muy especial que siempre recordaré, porque el mar era completamente plateado, ya que la luz de la luna lo hacía brillar de una forma única y de ensueño.

Como os he contando anteriormente, también criábamos borreguitos, y lo que menos me gustaba hasta que me llegue acostumbrar, era tener que levantarme de tres a cuatro veces para dar de comer a una piara de corderitos, ya que siempre tenían hambre, y la verdad que no lo entiendo, ya que la barriga les llegaba al suelo de tanta leche que tomaban, porque era para ver la escenita, todo el mundo durmiendo, y yo con cinco botellas de leche tibia con sus correspondientes tetinas aguantando las envestidas de cinco perfectos depredadores que no entraban en razón hasta que no aniquilaban toda la leche.

Les pusimos de nombre (Mee), porque siempre que nos llamaban, era el típico <> lo que escuchábamos a las tantas de la madrugada, así que se quedaron todos con ese nombre y de paso matábamos dos pájaros de un tiro, ya que cuando salíamos a buscar hierba para los conejos, pues siempre estaban los borreguitos con mis padres, y cuando los llamábamos, venían todos como si fuesen perritos.

También criábamos cerdos, y cuando celebrábamos la matanza, pues imagínate, mientras que yo y mis hermanos mayores con ayuda de mi padre y de mi abuelo, desangrábamos en un buen barreño a los cerdos para hacer la sangre con cebolla y pimienta negra, pues mis hermanas llorando, mi madre también, y mi padre, mi abuelo, mis hermanos, y yo, afilándonos los colmillos con los ojos clavados en los cuartos traseros del mencionado animal como auténticos lobos ibéricos, pensando en lo bueno que iba a estar la careta a la brasa recién hecha al fuego de leña de olivo.

También teníamos por costumbre, cultivar nuestros propias legumbres y hortalizas y luego envasarlas al vacío, hirviendo los botes en agua, por cierto, no veas que escalibada hacia mi madre, pues estaba para chuparse los dedos y repasar el plato con la lengua hasta a asegurarse de su total limpieza.

Si es que cuando se juntaban mi abuela y mi madre en épocas navideñas, la casa parecía una factoría de embasado.

Me acuerdo, que cuando empezamos con la crianza de animales para el consumo y venta, No teníamos unas instalaciones adecuadas para los animales y tampoco es que tuviéramos mucho conocimiento sobre la crianza de animales, así que soltábamos a los animales por la finca para que se alimentaran durante el día, y claro está que si las gallinas no tenían sitio para poner los huevos, pues, teníamos que esperar a que la gallina cantase después de la puesta para poder localizar la posición exacta del nido, y como podéis imaginar, habían nidos por todos los sitios.

Conseguimos construir un buen gallinero con mucho esfuerzo y horas de dedicación, y seguidamente también una cochinera, un palomar, una conejera, y un establo para los borregos, inclusive una caseta para las ocas, ya que son más malas que el mejor perro guardián las muy puñeteras, y como te descuides tienes el pico aserrado mordiéndote el culo cuando menos te lo esperas.

Me río mucho, cuando recuerdo la noche que mi madre mando a mis hermanas Jessica y María a buscar los huevos de las ocas pensando que estaban cerradas en el patio de la parte trasera del gallinero, pero menuda emboscada les hicieron las ocas, pues les dejaron el culete y la cabeza preciosos de moratones al intentar levantarles los huevos.

Nunca olvidare todo lo que aprendí viviendo en el campo, pues, aprendí a valorar todo lo que para mí no tenía valor por mi ignorancia, y aprendí a respetar a la naturaleza y a vivir de ella.

Conseguí aprender a leer en el cielo, y a oler en el ambiente cuando se acercaba una tormenta, o cuando se acercaba el frío, el aire, o la humedad, ola calor, si es que he aprendido un montón de cosas que siempre me serán útiles por el resto de mi vida y de las que me siento muy orgulloso.

Si estuviese fuera de este sitio disfrutando de la libertad, haría mi segundo sueño realidad, que es poder comprar esa finca, para poder trabajar la tierra y vivir de mis animales, y poder criar a mis futuros hijos en un entorno diferente y pienso yo, mejor para ellos hasta que sean mayores de edad.

Bueno, no dejo de luchar por salir de este sitio todos los días y volver a rehacer mi vida, porque deseo con todas mis fuerzas olvidar todo esto para siempre sin perderle el respeto, porque jamás olvidare que es la cárcel.

Un fuerte abrazo lleno de cariño y respeto de mi corazón al vuestro.

2 comentarios:

  1. Tony, he seguido tus artículos, están tan llenos de vida, es innebitable viajar al pasado, entre el talbot y las historias de la finca me haces viajar en el tiempo. Nunca viví en una finca; pero el recuerdo en sepia se contagia.

    Gracias por la alegría, un Abrazo.

    Pedro

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  2. gracias por el tu hermoso relato,espero que tu sueño se cumpla lo mas ante posible.

    cassiopea

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