lunes, 24 de noviembre de 2008

ANTROPOLOGÍA SOCIOPOLÍTICA PARA DESCEREBRADOS

Texto: Jordi Jiménez Aragón Foto: Chesi - fotos CC cc Flirck


Hago un (¿necesario? ¿innecesario? ¡vaya usted a saber!) paréntesis en mis articulillos intítulados Intolerancia. Tranquilos, que la saga está próxima a acabar, para descanso de muchos, empezando por este servidor, aunque todavía le queda algún coletazo que otro. El motivo de este… lo que sea (a veces me da un cierto pudor llamarlo artículo), que tienen ante sus ojos no es otro que compartir con quien quiera leer esto unas risas que he podido hacer esta mañana, cosa que, por otra parte, es la mar de sana y recomendable. Echar unas risas, quiero decir. Lo que ocurre es que en eso de las risas, como en todo en la vida, hay que ser un poco selectivo. Me explico. Si uno se tiene que reír, pues se ríe, pero reírse por nada… es tontería. Mucho mejor reírse de algo que merezca la pena, aunque sea reírse de uno mismo, ¿verdad?

En eso de reírse de uno mismo hay gente que puede dar clases. ¡Qué digo clases! ¡Pueden doctorarse “cum laude”! Yo veo de vez en cuando los programas de la televisión autonómica catalana (TV3) Polònia y Crackòvia, dedicados respectivamente a la sátira humorística del mundo de la política y del deporte, con imitaciones de situaciones que son tan buenas (las imitaciones) que merecería la pena que fuesen las situaciones reales, en lugar de simples sátiras.

Por razones obvias (estar en el talego es la principal) los internos en un CP no podemos acceder a otras televisiones autonómicas. Se retransmiten por satélite o por Internet, y eso en estas santas casas siempre tiene serias limitaciones. Así y todo, he tenido conocimiento gracias a la radio de un programa de la televisión autonómica vasca (ETB) de nombre Vaya semanita, y que sin pretender ser ninguna copia ni adaptación de los programas de TV3 antes aludidos, si tiene algo en común con ellos: sacarle punta a la realidad más cercana, hasta hacerla lo bastante irreconocible como para poder reírse de ella, pero no tanto como para que suene extraña. Vamos, algo saludable al 100 por 100 y, por lo que les explicaré a continuación, altamente recomendable.

Hace algún tiempo leí que si tomáramos un vasco y pudiéramos, por así decirlo, despojarlo de todo aquello que lo hace intrínsecamente vasco (idioma, historia, tradiciones y costumbres, política, folklore, gastronomía, etc.), obtendríamos un español, y que si se repitiera el mismo proceso con un catalán (ya saben, quitarle todo aquello que le hace catalán), obtendríamos un francés. Valga este apunte para marcar diferencias de carácter entre ambos nacionalismos. Tanto vascos como catalanes se han entendido históricamente, y se siguen entendiendo, bastante bien. Ya saben, el enemigo de mi enemigo es mi amigo, y todas esas cosas. Pero no deja de ser cierto que con todas las mutuas simpatías que ustedes quieran, vascos y catalanes son bastante distintos. Sobre todo en el humor. Eso no conlleva que el humor vasco sea mejor o peor que el catalán. La calidad del humor, como casi con todas las cosas, reside en su originalidad y en su adaptabilidad a las situaciones más diversas, ofreciendo sobre todas ellas un punto de vista alternativo que carezca del dramatismo tan frecuente en la realidad. Por así decirlo, como una especie de “droga” natural, cuya adicción debería ser obligatoria, que nos ayuda a sobrellevar la triste y cotidiana realidad.

En lo referente a las diferencias entre el humor vasco y el catalán, a mi modo de ver, el humor vasco es más directo. Quizás sea únicamente cuestión de matices, ya que frecuentemente el humor catalán es muy poco rebuscado, pero sigo opinando que el humor vasco tiene una frescura que casa muy bien con el carácter que se atribuye normalmente a los vascos. Recuerden los chistes de vascos: aparecen siempre (sobre todo los de Bilbao) como gente sanota y noble, pero más brutos que un arado, llevando algunos extremos hasta la exageración. Yo sé algunos chistes de vascos (si vamos a Rolex, a Rolex, si a setas, a setas, por ejemplo, o aquel de que Jesucristo era vasco, por ser Dios y hombre “a-la-vés”), pero nunca hasta esta mañana me he reído tan a gusto con el humor vasco como con un corte extraído del programa Vaya Semanita.

El susodicho corte daba la (falsa) noticia de la aceptación como tercer idioma oficial en Euskadi de una nueva lengua. Efectivamente, en vista de los usos lingüísticos generalizados en una amplia porción de la población de esa comunidad autónoma, el gobierno vasco ha aceptado y promovido a la co-oficialidad, junto con el castellano y el euskera, el “ahivalahostiano”, o sea, el idioma castellano plagado de tropecientos tacos (o palabrotas) por centímetro cuadrado. Como consecuencia de su elevación al status de lengua co-oficial, sería del todo admisible su uso por parte de los ciudadanos en sus relaciones con las administraciones en todos sus ámbitos (estatal, autonómica y local) y por ello, exigible a todos los funcionarios en sus relaciones tanto internas como con los administrados.

¿Qué? ¿Les suena a chino? Pongamos un sencillo ejemplo. Imaginemos el siguiente y típico diálogo, en la ventanilla de cualquier dependencia administrativa.

Funcionaria: ¡El siguiente!

Usuaria: Buenos días. Venía a presentar toda la documentación requerida para la solicitud de la beca por pertenencia a familia numerosa.

Funcionaria: Vamos a ver… Esto no está correcto. Está incompleto. Le falta la fe de vida del ayuntamiento, dos pólizas de 5 euros, y traer la fotocopia compulsada del DNI y del carnet de familia numerosa.

Usuaria: ¡Vaya por Dios! ¿No me lo podían haber dicho antes? ¡Con esta, ya van cuatro veces que vengo con la documentación de la dichosa beca, y cada vez me dicen algo distinto! ¡Parece que se diviertan ustedes haciéndonos venir mil veces! ¡Que nosotros también tenemos que trabajar!

Funcionaria: Señora, a mi qué me cuenta. Yo no sé lo que le han dicho otras veces, pero si veo que le falta esto y lo otro, se lo tengo que decir. ¿O prefiere usted que le denieguen la beca por no traer toda la documentación necesaria? Ahora, que a mí me da igual, si usted se quiere ahorrar un viaje, yo se lo cojo como lo tiene, pero le advierto que se lo van a echar para atrás…

Usuaria: ¡Quite, quite! Para una cosa que nos dan, no vamos a pedirla mal. ¿Así me dice que me falta la fe de vida del ayuntamiento, las dos pólizas de 5 euros y las fotocopias compulsadas del DNI y del carnet de familia numerosa? ¿Algo más?

Funcionaria: Y cuatro fotos tamaño carnet…

Usuaria: Y cuatro fotos tamaño carnet. ¿Y con eso ya lo tendré todo? ¿No faltará nada más? ¿Me aprobarán la beca?

Funcionaria: Seguro que sí, señora. Buenos días. ¡El siguiente!

Usuaria: Buenos días.

Real como la vida misma. ¿A qué sí? ¿Cómo podría ser este diálogo en idioma ahivalahostiano? No hay que echarle mucha imaginación, no sólo los vascos hablan diciendo tacos, aunque reconozcamos que, si quieren, baten récords. Pero podría ser el diálogo tal que así (con perdón):

Funcionaria: ¡El siguiente, me cago en la puta!

Usuaria: Buenos días, cabrona. Venía a presentar toda la jodida documentación de los cojones requerida para la solicitud de la puta beca por pertenencia a una mierda de familia numerosa.

Funcionaria: Vamos a ver… Esto es un coñazo. Está incompleto. Le falta la puta fe de vida del ayuntamiento, dos jodidas pólizas de 5 euros, y traer la mierda de fotocopia compulsada del DNI de los cojones y el carnet de familia numerosa del carajo.

Usuaria: ¡Hay que joderse con los funcionatas! ¿No lo podían haber largao antes? ¡Con esta, ya van cuatro jodidas veces que vengo con la puta documentación de la putísima beca, y cada vez me tocan los ovarios con algo distinto! ¡Parece que se meen de risa ustedes haciéndonos venir mil jodidas veces! ¡Que nosotros también tenemos que trabajar, me cago en la hostia!

Funcionaria: Abuela, a mi no me llore como una maricona. Yo no sé qué mierdas le han dicho otras veces, pero si veo que le falta esto y lo otro, se lo tengo que decir, me cago en el copón. ¿Qué coño prefiere usted, que se le caguen en la beca por no traer toda la documentación del carajo? Ahora, que a mí me la trae floja, si usted se quiere ahorrar un viaje, yo le cojo esta puta mierda como la tiene, pero le advierto que se van a limpiar el culo con ella…

Usuaria: ¡Me cago en mi estampa! Para una puta cosa que nos dan, no vamos a cagarla. ¿Así me dice que me falta la puta fe de vida del ayuntamiento de los cojones, las dos mierdas de pólizas de 5 euros y las jodidas fotocopias compulsadas del DNI y del carnet de familia numerosa? ¿Algo más, me cago en todo?

Funcionaria: Y cuatro fotos tamaño carnet…

Usuaria: Y cuatro fotos tamaño carnet. ¿Y con eso ya lo tendré todo, me cago en la hostia? ¿No faltará nada más? ¿Me aprobarán la puta beca de los cojones?

Funcionaria: Seguro que sí, señora. Váyase ya, y deje de dar por saco. ¡El siguiente!

Usuaria: ¡A tomar por el culo!

¿Qué?

¿A que mola?

Seria acojon… digo, divertidísimo (ya se me está enganchando, hay que jod…) que el lenguaje liso y llano de cada día tuviera carácter oficial, y que hablar así no fuera sinónimo de poca cultura y nula educación. ¡Coño! ¿No dicen que el rey es muy campechano? ¿Cabe entender más campechanía que la utilización del ahivalahostiano? Ahora, lo que sería la hos… sería el aprendizaje. Digo yo que los exámenes no serían escritos, sino orales. Lo que no me acabo de acostumbrar es a la imagen de rectos y serios profesores y catedráticos escuchando una catarata de tacos e imprecaciones y juzgándola con severidad y maestría, detectando posibles errores y corrigiendo y separando el uso normativo del coloquial. Porque eso es lo peor (o lo mejor, según se mire). Háganse a la idea: si hablar como en el segundo diálogo se convierte en algo normal, incluso serio y respetable, ¿cómo tendremos que hablar para escandalizar los puros y castos oídos de nuestras abuelitas?

Me dan escalofríos sólo de pensarlo. ¿A ustedes no?

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